Domingo: la melancolía del tiempo que se va.
- Evelyn
- May 25
- 2 min read
Hay algo particular en los domingos que afecta a muchísimas personas. No es solo cansancio ni simple desmotivación. Es una tristeza que aparece sin un motivo claro, pero que tiene raíz. En psicología, lo llamamos ansiedad anticipatoria, sensación de vacío existencial, agotamiento emocional acumulado. Pero en lo cotidiano, se siente más bien como un hueco interno.
El domingo es el umbral entre el yo más libre y el yo funcional. Es el recordatorio de que el tiempo propio termina, y con él, muchas veces, la ilusión de control, de descanso, de sentido. Por eso duele.
También es un día donde el cuerpo baja su ritmo, y en ese espacio más lento, lo que está reprimido tiene más lugar para aparecer: la falta, la soledad, la autoexigencia, la pregunta sin respuesta.
A eso se suma una construcción cultural: el domingo como día familiar, de logros domésticos, de orden y previsión. Para quien no tiene ese sostén, o para quien lo vivió con rigidez en la infancia, el domingo puede ser una caja de resonancia emocional.
Entonces, ¿qué hacemos con esa tristeza?
Tal vez la clave no esté en apurarse a "solucionarla", sino en aprender a escucharla.
Porque la tristeza del domingo no es tristeza del todo.
Es otra cosa.
Es una forma suave de duelo.
Una pausa donde el alma se queda en puntas de pie,
esperando algo que no sabe nombrar.
El domingo, con su silencio largo,
nos desarma sin rompernos.
Nos deja ver lo que hay detrás del hacer.
Y quizás no se trate de huirle,
sino de sentarse con él.
Como con un amigo que nos dice verdades con voz baja.
Y dejar que nos diga lo suyo,
antes de volver a armar el mundo el lunes.
Aveces me pongo poética.
gracias por leer.
Evelyn
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