En la psicoterapia psicoanalítica, los mecanismos de defensa son como escudos invisibles que nuestra mente levanta para protegernos de emociones y pensamientos que nos resultan demasiado dolorosos o incómodos. Aunque estos mecanismos son comunes y naturales, su funcionamiento inconsciente puede interferir con nuestro bienestar emocional. Durante la terapia, se convierten en pistas esenciales para entender el conflicto interno de una persona. ¿Te has preguntado si usas alguno de ellos? A continuación, exploraré algunos de los más comunes, ilustrándolos con ejemplos que podrían surgir en una sesión terapéutica.
Represión: Imagina a un paciente que, al hablar de su infancia, recuerda vagamente ciertas épocas pero evita con firmeza ciertos temas o situaciones, sin darse cuenta de que lo está haciendo. ¿Alguna vez te ha pasado que ciertos recuerdos simplemente no surgen, como si estuvieran ocultos detrás de una barrera? La represión funciona como una barrera que bloquea recuerdos traumáticos, como el abuso emocional, que el paciente ha enterrado profundamente. Durante la terapia, cuando el terapeuta guía suavemente al paciente hacia estos recuerdos reprimidos, puede notar una resistencia inconsciente, que muestra cómo la mente está protegiendo al individuo del dolor.
Proyección: En una sesión, un paciente puede describir repetidamente cómo siente que otros lo critican o lo desaprueban, sin percatarse de que estas críticas reflejan en realidad su propio juicio hacia sí mismo. ¿Te has encontrado alguna vez culpando a otros por emociones que quizás son más tuyas que de ellos? La proyección se convierte en un espejo distorsionado en el que las inseguridades personales se ven reflejadas en los demás. El terapeuta, al señalar este patrón, ayuda al paciente a tomar conciencia de sus propios sentimientos de insuficiencia.
Negación: Un ejemplo frecuente en terapia es el de un paciente que, pese a los problemas obvios en su relación de pareja, insiste en que "todo está bien". ¿Alguna vez te has convencido de que todo está bien cuando, en el fondo, sabes que algo no lo está? La negación actúa como una especie de anestesia emocional, permitiendo que la persona continúe con su vida cotidiana sin enfrentarse al dolor de una posible ruptura o conflicto. El terapeuta, al confrontar suavemente esta negación, puede ayudar al paciente a comenzar a lidiar con la realidad de la situación.
Racionalización: Durante una sesión, un paciente podría justificar su comportamiento impulsivo diciendo que "todo el mundo lo hace" o que "no tenía otra opción". ¿Has intentado alguna vez justificar tus actos con excusas que sabes, en el fondo, que no son del todo ciertas? La racionalización es un mecanismo que busca suavizar la culpa o la ansiedad al ofrecer explicaciones aparentemente lógicas. El terapeuta puede cuestionar estas justificaciones, ayudando al paciente a ver las motivaciones más profundas detrás de sus acciones.
Desplazamiento: Es común que un paciente entre a la terapia desahogando su frustración por una discusión con su pareja, cuando en realidad su enojo tiene raíces más profundas en el estrés laboral. ¿Te ha pasado que explotas con alguien cercano, cuando en realidad tu enfado viene de otra parte? El desplazamiento permite que el enojo o la frustración se redirijan hacia un blanco más seguro, en lugar de enfrentar directamente la fuente del conflicto. El terapeuta puede ayudar al paciente a identificar la verdadera fuente de su malestar y trabajar en ella de manera más directa.
Estos son algunos de los mecanismos de defensa, o también llamadas resistencias, más comunes y observables durante la terapia, pero existen muchos más. Otros ejemplos incluyen la regresión, donde la persona vuelve a comportamientos infantiles en situaciones de estrés, o la sublimación, en la que las emociones negativas se canalizan en actividades socialmente aceptables.
Si bien los mecanismos de defensa son esenciales para ayudarnos a vivir y funcionar en sociedad, protegiéndonos de emociones abrumadoras o situaciones difíciles, también tienen un límite. Estos mecanismos, en su justa medida, nos permiten adaptarnos y mantener un equilibrio emocional. Sin embargo, cuando comenzamos a sobreutilizarlos o a depender de ellos en exceso, pueden volverse contraproducentes, generando conflictos internos y dificultando nuestras relaciones y bienestar. Es en ese punto cuando se hace necesario reconsiderarlos y trabajar en ellos, ya que lo que una vez nos protegió, ahora podría estar interfiriendo en nuestro crecimiento personal.
Si te has identificado con alguno de estos patrones, puede ser útil hablar con un profesional que te ayude a explorar estas defensas y trabajar hacia una mayor comprensión de ti mismo. Buscar ayuda es un paso importante para lograr un mayor bienestar emocional y mental.
Gracias por leerme.
Evelyn

Siento que las tengo a todas! También me has hablado del splitting . Supongo que esa defensa es más compleja