La Intensidad no es Amor pero se le Parece.

Cuando el amor corre más rápido que la conciencia emocional.

Hay amores que empiezan como fuegos artificiales.

Mensajes intensos, citas que parecen escenas de película, declaraciones al segundo café.

Todo fluye… hasta que no fluye más.

Un día, la otra persona se enfría, se aleja o desaparece (ghosting emocional).

Y vos quedás con el corazón en la mano y una pregunta que da vueltas en la cabeza:

—¿Fui demasiado?

—¿Dije algo que espantó?

Lo que parecía una historia con futuro se convierte en una nube de dudas, culpa e inseguridad.

Pero... ¿y si no se tratara de que diste demasiado, sino de que ambos se encontraron desde una necesidad mal leída?

Vivimos en una cultura de la inmediatez. Todo tiene que ser rápido, intuitivo, conectado.

Y en ese ritmo, muchos aprenden a vincularse sin pausa ni profundidad.

Se confunde intensidad con intimidad. Entusiasmo con presencia.

Y es que a veces el otro no desaparece porque vos hiciste algo mal.

Desaparece porque nunca estuvo del todo presente. Solo proyectando, idealizando, o intentando llenar un vacío. Igual que vos, tal vez.

Esto pasa mucho con mujeres que aman desde el dar, que construyen vínculo sobre el cuidado.

Y también con varones que se ilusionan rápido porque nunca les enseñaron a sostener la espera o el deseo.

Lo que parece un romance puede ser en realidad un espejo de carencias no resueltas.

Entonces, la pregunta no es si fuiste mucho.

La pregunta es: ¿desde qué lugar estuviste dando?

¿Estabas compartiendo o buscando que te elijan?

¿Estabas conociendo o aferrándote a una fantasía de amor?

Si lo que se rompe en el otro te deja rota/o a vos, tal vez estés depositando demasiado en muy poco.

Y eso no te hace intensa/o. Te hace vulnerable. Y eso está bien.

Pero también te invita a mirar adentro, a revisar de dónde sale esa urgencia por conectar tan rápido.

Porque hay una diferencia entre entregarse y desbordarse.

Y entre dejarse conocer y perderse en el otro.

No se trata de dar menos. Se trata de dar distinto.

Con más conciencia. Con más pausa. Con más amor propio.

Y si este patrón se repite en tu vida, tal vez sea momento de hablarlo en terapia. Porque lo que se repite sin entenderse, duele. Pero lo que se comprende, transforma.

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Gracias por leerme y compartir

Evelyn