top of page
Search

Frenemies: Vínculos que acarician y duelen al mismo tiempo.


Hay vínculos que no entran fácil en una categoría.

Gente que no es enemiga… pero tampoco amiga.

Personas con las que compartimos abrazos y puñales, elogios tibios y críticas disfrazadas de sinceridad.


Una frenemy no es necesariamente mala persona.

Es esa presencia ambigua que te hace dudar si te quiere…

o solo te tolera convenientemente.



¿Por qué seguimos rodeados de gente que nos incomoda?


Quizás porque nos cuesta decir “no”.

Porque preferimos lo conocido a lo incómodo.

Porque, en el fondo, creemos que merecemos amistades a medias.

Porque crecimos aprendiendo que hay que agradar, complacer, aguantar.

Y entonces tragamos comentarios pasivo-agresivos con sonrisa social.


“Te ves tan bien… para haber tenido un hijo.”

“¿Ese trabajo es en serio? Pensé que era algo temporal.”

“Yo te admiro… no sé cómo hacés para vivir con tan poco.”



¿Qué nos pasa cuando nos rodeamos de frenemies?


El cuerpo lo sabe antes que la mente.

Tensión en la mandíbula, sonrisa forzada, conversaciones que te dejan agotado.

Sensación de no poder relajarte del todo.

De estar en competencia.

De tener que “probar algo”.


Y lo peor: la culpa.

Porque no podés explicar del todo qué te molesta.

Porque en teoría no han hecho nada malo.

Pero tu sistema nervioso grita otra cosa.


¿Y si lo que nos une es la herida?


A veces sostenemos relaciones ambiguas porque en ellas hay un eco conocido.

Ese tono que se parece al de mamá juzgando.

Ese juego de afecto-condicional que viviste con un ex.

Ese roce que, en el fondo, te resulta familiar.


Y si hay algo que el trauma hace muy bien, es confundir “cómodo” con “seguro”. En otras palabras, si hay algo que aprendemos en la infancia, es a llamar “normal” a lo que en realidad nos dolía.

Por eso, a veces, nos sentimos cómodos con personas que nos tratan de forma ambigua o hiriente… no porque nos hagan bien, sino porque nos recuerdan algo viejo.

Algo que conocimos temprano.

Y que, sin querer, seguimos repitiendo.



¿El antídoto?: claridad emocional


No hace falta confrontar, cortar o dramatizar.

A veces basta con observar.

Nombrar internamente.

Reconocer lo que nos incomoda.

Y, de a poco, elegir con quién sí queremos conectar en autenticidad.


La amistad real no duele.

No confunde.

No compite.

La amistad real sostiene, crece con vos, celebra y, si critica, lo hace con ternura y en voz baja.



¿Querés explorar por qué seguís rodeada/o de vínculos que drenan en lugar de nutrir?

La terapia puede ayudarte a descubrirlo sin juicios, y a reconstruir tus propias formas de vincularte.


‐-----------

Gracias por leerme y compartir

Evelyn


 
 
 

Comments


Holistic Psychoanalysis by Evelyn

Subscribe Form

Thanks for submitting!

  • YouTube

©2021 by Holistic Psychoanalysis. Proudly created with Wix.com

bottom of page