Nuestra relación con el dinero no es solo una cuestión de ingresos y gastos. Es el resultado de generaciones de creencias, experiencias y contextos históricos que han moldeado nuestra manera de administrarlo (o no). En muchos países hispanohablantes como Argentina, España, México y Colombia, el dinero ha sido históricamente un recurso inestable. Nuestras familias crecieron en contextos donde ahorrar era casi imposible y los gustos eran un lujo reservado para pocos.
Hoy, sin embargo, muchas personas han tomado el camino contrario: buscan darse todos los gustos, incluso con dinero que no tienen. Las tarjetas de crédito, las deudas y la necesidad de vivir el presente nos han llevado a una crisis financiera personal y colectiva. Pero, ¿esto es culpa de nuestra mala administración o de un sistema que nunca nos enseñó a manejar el dinero?
Creencias culturales y la trampa del "vivir el presente"
Desde pequeños escuchamos frases como "el dinero no compra la felicidad", "hay que disfrutar porque la vida es corta" o "los ricos seguro hicieron algo sucio para llegar ahí". Estas ideas, presentes en muchos hogares, generan culpa al ahorrar, miedo a invertir y una mentalidad de escasez donde el dinero parece que nunca alcanza.
Por otro lado, en muchos países la historia económica ha estado marcada por crisis recurrentes. Para nuestros abuelos y padres, ahorrar no siempre era una opción. Y cuando el dinero sí estaba disponible, se usaba para cubrir lo esencial, no para darse lujos. Ahora, muchas generaciones jóvenes han adoptado una respuesta opuesta: disfrutan lo que sus padres no pudieron, aunque eso implique endeudarse.
Además, en muchas familias existe una fuerte presión para ayudar económicamente a otros miembros, incluso cuando no es realmente necesario. Muchas personas sienten culpa al poner límites financieros, porque han crecido con la idea de que el dinero debe compartirse como una prueba de amor o lealtad. Esta dinámica puede llevar a sacrificios económicos que no siempre son sostenibles, generando un desgaste tanto financiero como emocional.
La falta de educación financiera: ¿Error personal o falla del sistema?
Otro gran problema es que en la mayoría de los países hispanos la educación financiera no es parte del sistema educativo. Nos enseñan matemáticas, historia y literatura, pero no cómo hacer un presupuesto, cómo funciona una tarjeta de crédito o cómo planificar a futuro. Como resultado, muchas personas aprenden sobre dinero de la peor manera: endeudándose y luego sintiendo culpa por no haberlo hecho mejor.
Sin herramientas financieras, tomamos decisiones basadas en el ensayo y error, repitiendo patrones familiares o dejándonos llevar por impulsos. ¿Cómo se puede ahorrar si nadie nos enseñó cómo hacerlo?
Comprar para llenar vacíos emocionales
El dinero no solo sirve para pagar cuentas; también tiene un valor emocional. Comprar puede ser una forma de aliviar el estrés, darnos una recompensa o sentir que finalmente podemos permitirnos lo que antes no. Pero cuando el consumo se vuelve una manera de llenar vacíos emocionales, puede convertirse en un problema.
Muchas veces, gastamos para sentirnos exitosos, para compensar frustraciones o para evitar enfrentarnos a lo que realmente nos preocupa. Y así, sin darnos cuenta, terminamos atrapados en un ciclo de compras, deudas y ansiedad financiera.
Reeducarnos a nosotros mismos y a las futuras generaciones
Romper con estos patrones no es fácil, pero es posible. Algunas estrategias incluyen:
Cuestionar las creencias heredadas sobre el dinero. ¿Realmente es malo ahorrar? ¿El dinero solo es para gastar?
Aprender sobre educación financiera. Hay recursos accesibles para entender mejor cómo manejar nuestras finanzas, incluso sin grandes ingresos.
Enseñar a los niños sobre el dinero. Involucrarlos en conversaciones financieras desde pequeños les dará herramientas que muchos de nosotros nunca tuvimos.
Darle un significado más saludable al dinero. No es solo una fuente de estrés o placer, sino una herramienta para construir estabilidad y bienestar.
Conclusión
Nuestra relación con el dinero no es un simple problema de gastos o ingresos. Es el reflejo de nuestra historia familiar, nuestra cultura y las emociones que asociamos con él. No se trata solo de que "nadie nos enseñó a ahorrar", sino de un entramado complejo donde se mezclan creencias heredadas, modelos económicos inestables y necesidades emocionales insatisfechas.
Si sentimos culpa al ahorrar, miedo al éxito financiero o la necesidad constante de darnos gustos, probablemente estemos repitiendo patrones que van más allá de lo racional. La clave no es solo aprender a manejar el dinero, sino también comprender qué nos lleva a administrarlo de cierta manera.
Si sientes que tu relación con el dinero está más ligada a lo emocional que a lo financiero, ya sabes que la psicoterapia puede ser un camino para explorar y transformar esas creencias. Porque al final del día, el dinero no solo paga cuentas; también habla de quiénes somos, qué buscamos y qué historia estamos repitiendo.
Gracias por leerme.
Evelyn

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